(y yo debo ser un putón).
Ya sentados en el avión,
de reojo nos miramos.
Se cruzan, permanecen ...
Interrogan y sugieren.
Amarrados en nuestros sitios,
tal vez ambos especulemos.
¿Sexo en el exiguo baño?
¿O tal vez en Heathrow.
No diré que no:
Soy fácil.
Él lo merece.
...
Sigue el juego.
¿Qué más podemos hacer?
Incomodo para mí, y más obvio.
Una fila detrás y un pasillo. Tan cerca.
Pensativo, el índice deslizo sobre mi boca.
Humedece sus labios, él.
¿O tal vez, cual gato al acecho, se relame?
Como resorte, muerdo yo los míos y,
sorprendido, la mirada bajo.
Sin embargo,
me expongo, me muestro
(yo y mi mercancía),
cuando a levantarme me fuerzan.
¡Qué fácil sería ser honesto, directo!
conversar en el pasillo. Citarnos.
Nuevamente, lo admito:
sus alicientes tiene, el sexo directo.
Definitivamente, sí.
Lo soy.