lunes, 19 de mayo de 2008

DOS HORAS EN SU PODER

Vuelvo, regreso al rincón secreto,
al placer sutil.
Curioso, sentir nuevamente, desvelado,
su mano en mi abdomen, su tacto en mi escroto.
El tenue contacto de su dorso contra mi pene.
Después de tantos hombres,
tantos que no recuerdo, éste domina mi noche de insomnio.
Me llama desde su silencio, desde su oscuridad.
Entiendo, solo ahora, las perdiciones,
las obcecaciones. La ciega pasión.

Y regreso, buscándolo,
intentando reconstruir el placer.
Extenderlo, aunque solo fuera por dos horas, antes de partir.

Mas, es otro. Un masajista distinto,
tal vez más atractivo. Más maduro.
Y quizás sospechando, no cierra completamente las cortinas.
Cubre, púdicamente, mis genitales deliberadamente semiexpuestos.

¡Ah! Pero qué placer inesperado:
la sublimación cuando imposible parecía.
De gloria, niveles nuevos.
Fuertes dedos que penetran, que casi desgarran mis carnes.
Un contacto íntimo, cercano.
Su peso sobre el mío.
El calor de sus genitales en mi trasero,
el milímetro de separación,
entre sus manos y los míos.
Y mi pene cobra vida. Lánguidamente tal vez,
Pareciera que bostezara.
Lentamente se desplaza sobre el fino, tenue lino.
Ya se yergue, sin despertar del todo.
Casi como velas de barco, con viento calmo.
Pero siempre dispuestas a conducirte a incógnitos lugares,
Inflamadas por una súbita tormenta.

Él nada dice, continua trabajando mi cuerpo.
Pero los toque casuales continúan.
Uno y otro. Sí y no.

Insistente, reiterativo, como las olas.
El contacto, siempre distinto,
Golpea, amasa, en los lugares mas inesperados.
En ciertos momentos, enlazados,
que extraño animal pareceríamos, de entrar alguien.

Nunca directo, confesaré que es más mi imaginación que su acción.
Pero me pierdo en su tacto,
Y el orgasmo, aunque distinto,
no por ello su valor pierde.

Se cumple mi tiempo. Se inclina, sonríe.
¿Complicidad? Tal vez un destello en sus ojos.




domingo, 18 de mayo de 2008

¿MASAJE TAILANDÉS?

Tan oriental, hasta los últimos detalles.
Maderas obscuras, camas bajas.
Cortinas que, suave, silenciosamente, la privacidad conceden.
El dulce olor a sándalo...

Lo primero, el fragante, estimulante lavado de pies.
Qué sustancias eran aquéllas nunca lo sabré.
Pero un buen comienzo fue.

El segundo acto, sugerente.
Por señas, que me quedara desnudo, me indicó.
Que cubriera mi cuerpo con semitransparente lino.

Me perdí luego en sus manos mientras masajeaba
mis pies, mis extremidades.
Tal vez sus manos se acercaron demasiado a zonas peligrosas;
Tal vez era necesario presionar aquí, allá. Cerca y lejos.
Pero sus manos recorrían insistentemente mis genitales,
o sus proximidades.
Tal vez fue mi invitación, involuntaria:
la incipiente erección.

Ciego, en aquella penumbra, sonreí.
Invitador.
Y deje que los contactos casuales
(manos, pies, muslos y nalgas)
se prolongasen.

Si, extraño masaje thai.
Otra pasta sobre el abdomen,
estimulante.
Pero fue mucho mas de esa zona la que recorrió.
Buscando puntos sensible se adentró:
en mis músculos, en su intersección;
mi pubis, mi entrepierna, mi perineo.

Una y otra vez, insistentemente.
En un baile circular, con ligeros toques.
Por supuesto, suficientes.
Ya en los inicios mi pene erecto mostraba
lo que sentía al respecto, yo.
Vuelta y otra más.
jamás tan sutilmente fui masturbado.
Un inocente, experto; profesional masaje.

Qué necesidad había de empezar con mi espalda, no entiendo.
Si tan solo se hubiera detenido en mi trasero,
en mi duro culo.
Si hubiera explorado puntos sensibles.
Yo, ciertamente, no me hubiera negado.

La hora se cumplió,
Una sonrisa, una genuflexión.
Desapareció tras una cortina.
Como en un irreal sueño.

Sí,
tan sutilmente, jamás fui masturbado.

jueves, 1 de mayo de 2008

LO QUE DEJASTE

Tu olor en mi piel ...

La frustración de no sentir tu peso sobre ella.

Eso es todo... lo que me dejaste.

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