domingo, 18 de mayo de 2008

¿MASAJE TAILANDÉS?

Tan oriental, hasta los últimos detalles.
Maderas obscuras, camas bajas.
Cortinas que, suave, silenciosamente, la privacidad conceden.
El dulce olor a sándalo...

Lo primero, el fragante, estimulante lavado de pies.
Qué sustancias eran aquéllas nunca lo sabré.
Pero un buen comienzo fue.

El segundo acto, sugerente.
Por señas, que me quedara desnudo, me indicó.
Que cubriera mi cuerpo con semitransparente lino.

Me perdí luego en sus manos mientras masajeaba
mis pies, mis extremidades.
Tal vez sus manos se acercaron demasiado a zonas peligrosas;
Tal vez era necesario presionar aquí, allá. Cerca y lejos.
Pero sus manos recorrían insistentemente mis genitales,
o sus proximidades.
Tal vez fue mi invitación, involuntaria:
la incipiente erección.

Ciego, en aquella penumbra, sonreí.
Invitador.
Y deje que los contactos casuales
(manos, pies, muslos y nalgas)
se prolongasen.

Si, extraño masaje thai.
Otra pasta sobre el abdomen,
estimulante.
Pero fue mucho mas de esa zona la que recorrió.
Buscando puntos sensible se adentró:
en mis músculos, en su intersección;
mi pubis, mi entrepierna, mi perineo.

Una y otra vez, insistentemente.
En un baile circular, con ligeros toques.
Por supuesto, suficientes.
Ya en los inicios mi pene erecto mostraba
lo que sentía al respecto, yo.
Vuelta y otra más.
jamás tan sutilmente fui masturbado.
Un inocente, experto; profesional masaje.

Qué necesidad había de empezar con mi espalda, no entiendo.
Si tan solo se hubiera detenido en mi trasero,
en mi duro culo.
Si hubiera explorado puntos sensibles.
Yo, ciertamente, no me hubiera negado.

La hora se cumplió,
Una sonrisa, una genuflexión.
Desapareció tras una cortina.
Como en un irreal sueño.

Sí,
tan sutilmente, jamás fui masturbado.

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