miércoles, 5 de diciembre de 2007

LAS VELAS ARRIADAS SE VEN DESDE LA AKROPOLIS

No podía faltar otra imagen famosa, otro fresco de una tumba, la del nadador. Una de las pocas pintuiras griegas que han sobrevivido. Proviene de la necrópolis de Poseidonia (Paestum). Aquí ya no hay duda del verdadero significado de la imagen.

En la actualidad el fresco ha sido restaurado, con colores vívidos. Como el amor y la pasión de esta pareja en un banquete.




LAS VELAS ARRIADAS SE VEN DESDE LA AKROPOLIS

Ya las naves llegan al puerto.
Y sus velas blancas, arriadas, provocan preguntas.
Ya avistan los polícromos templos,
las columnas egregias que cantan las glorias de los helenos.



Marineros, con su último esfuerzo, sonrien.
Pues traen historias de bárbaros pueblos lejanos. Y riquezas.
O tal vez nuevas de la brillante Atenas,
Y nuevas tragedias de Sófocles. O comedias, filosofias, sueños de piedra.



Mujeros preguntan si regresan sus hombres.
Viejos sufren por la suerte de sus hijos.
Hombres maduros, temerosos por la constancia del joven amante,
que, insaciable de aventura, no quiera volver a su lado.



Yo, en la Akrópolis, no dudo.
Sé que él vuelve a mí,
porque mi regazo en su refugio.

Amor desde la eternidad


Los frescos conservados en su común tumba nos sugieren algo mas que una simple amistad, probablemente a pesar del entorno. El que vivieron en el antigue Egipto y el actual. Nyankh Khnom y Khom Hotep, dos peluqueros del faraón Nyuserra (aproximadamente en el intervalo 2500-2350 antes de nuestra era), nos recuerdan, una vez más, que el amor es entre personas. Transitorio o eterno, digno siempre.

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