miércoles, 24 de diciembre de 2008

ESTAS COSAS AQUÍ NO OCURREN

Persistente, me miró.
Pensé: "¡Ojalá también haga máquinas!".
Alto, grande; tendencia al sobrepeso.
Barba de varios días, y cierta nobleza de bruto.

Me siguió. Se acompasó a mi ritmo.
Encontradizo: máquinas, fuente, descansos.
Los siempre útiles espejos.
¡Y qué desesperación la suya!
Al perderme yo, semioculto en el suelo.
¡Y qué miradas invitándome!
Al marcharse, dejándolo, si cabe, aún más claro.

Confusión:
saunas llenas, cruces en duchas y pasillos, en el vestuarios.
Y clandestino semi-encuentro en las duchas,
por cristales traslúcidos encerrados.
Vislumbrando el cuerpo del otro, el pene ya erecto,
su cara sonriente y ansiosa;
entre los huecos de tanta postmodernidad y diseño.
Conversación entre las cortinas de agua,
susurros, citas.

La curiosa timidez, de regreso a las taquillas.
Material expuesto, a la venta casi,
tras una púdica toalla.

¡Ah! Fuera, una vez más:
"En mi casa no, tengo novio".
Lo que queda: un teléfono, un nombre.
La remota posibilidad de un encuentro.

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