martes, 16 de agosto de 2011

GILGAMESH Y ENDIKU

Sediento está Gilgamesh,
señor y héroe de Uruk.
Mitad dios, hombre siempre.
Sin cesar, bebe y bebe:
de las doncellas de la nobleza,
... de puros pechos e inocentes sonrisas;
de las bocas de las sacerdotisas,
... todo voluptuosas curvas.
Y no rechaza las copas -siempre generosas-
de prostitutas de arrabal;
Ni fiesta o turbamulta en las bajas tabernas.
La ciudad, caos y tumulto bajo su dominio.
A los leones persigue, las bestias huyen, nada a salvo.
Todo por calmar su insaciable ansia,
su perenne búsqueda.
Sí, destrucción y caos siembra,
y hasta los dioses lo temen.

Pero éstos, juguetones, conspiran:
Endiku, el salvaje, de arcilla es modelado.
Fuego con fuego, apagar quieren.

El encuentro terrible:
la tierra tiembla bajo los pies de los adalides.
Sudorosos luchan,
estrechamente unidos, cual extraño animal.
Danza violenta, sexual,
de dominio y poder.
Pero al cabo Endiku se impone.
Gilgamesh, maravillado, amigo le llama,
y a la ciudad abrazados caminan.

Las meretrices en sus lares lo agasajan.
En su lares, lo lavan, lo acicalan.
Él, noble bruto, de sofisticadas costumbres ignorante,
deja hacer.
Vestido es con delicados, vaporosos tejidos.
Ungido con suaves aceites y esencias.
Gilgamesh, asombrado y sonriente,
su mano toma:
al tálamo lo conduce,
su único, verdadero amigo.


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