Horas después sigo pensando en él. En su sonrisa, tímida. En su piel, ligeramente tostada. El encantador acento francés, al hablar en español e inglés. En la fácil comunicación. En el deseo contenido, en la promesa insatisfecha.
Tal vez sea la fruta prohibida. La distancia, su compromiso. Los requerimientos de mi propia vida. Pero no puedo dejar de imaginar cómo será el contacto de su piel, a qué sabrá; cómo serán sus besos. Cómo me sentiría al morder su cuello, sobre su espalda.
Tal vez sea la necesidad de llevar una vida como la suya, con familia, con pareja, lejos de otro tipo de ataduras. O quizás es su juventud, las posibilidades que a mí ya comienzan a escapárseme.
"Mañana", nos dijimos al despedirnos, sabiendo que el mañana no existe, que las oportunidades se desvanecen con la despedida de la noche.
Tal vez sea la fruta prohibida. La distancia, su compromiso. Los requerimientos de mi propia vida. Pero no puedo dejar de imaginar cómo será el contacto de su piel, a qué sabrá; cómo serán sus besos. Cómo me sentiría al morder su cuello, sobre su espalda.
Tal vez sea la necesidad de llevar una vida como la suya, con familia, con pareja, lejos de otro tipo de ataduras. O quizás es su juventud, las posibilidades que a mí ya comienzan a escapárseme.
"Mañana", nos dijimos al despedirnos, sabiendo que el mañana no existe, que las oportunidades se desvanecen con la despedida de la noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario