Me parecía una duna al atardecer,
de fondo las nieves del Toubkal.
Así vi tu pezón destacando
en tu ondulado pectoral,
Piel negra sobre la blancura del azulejo.
Nunca vi tanto musculo, en carne tan prieta.
No eras el único en el hamman.
Ni estaba seguro yo.
Las escasas miradas, esquivas,
bien podrían ser curiosidad.
Luego me dirías que árabe y conservador
(un barbudo) me creíste.
Tan discreto que solo un accidente,
una casualidad, me hizo sonreírte.
Ni tu toalla sobre tu vientre,
ni espejos, ni mi desnudez expuesta.
No, ni siquiera el tiempo que se agota.
La caza, más excitante,
en las callejuelas de la medina.
Ora delante tú, ora retrasado yo.
Ni aun así seguro.
Casi perdida la partida,
directo viniste a mí.
-¿un café?
Lo mas difícil después,
dónde consumar.
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