viernes, 13 de febrero de 2009

UNIDOS Y SEPARADOS POR UN SEMÁFORO

Ahora que te miro, directamente a los ojos,
vuelves la cara.
Pretendes que no me observas,
aunque mas que curiosidad, deseo había.

¡Qué más da!
Protegido estás,
detrás de la ventana, en tu autobús.
A dos escaso metros, tan lejos.

Al menos disfrutemos estos segundos,
tan escasos,
que el semáforo nos concede.

Directos, sin vergüenza:
sonríeme, pícaro.
Dame a entender que, en otra situación,
hubiera sido distinto.

Sí, tal vez nos encontremos de nuevo.
Y ni semáforo, ni línea continua
podrán evitarlo.

1 comentario:

José L. Serrano dijo...

ah, pero

¿eras tú?

http://latabernadelmar.blogspot.com/2006/11/desencuentros.html

Beeeeeeeesos

Desencuentros

Detenidos delante del semáforo,
el hombre admiraba su perfil de griego,
la gallardía de su cuello largo,
la sombra de su nuez gigantesca que ocultaba el crepúsculo.
El muchacho miraba de reojo,
consciente de la admiración del hombre,
elevando aun más su cuello.
El bello atardecer entre los rascacielos
les sorprende,
el humo de los coches deslíe los anaranjados rayos,
y les hace añorar vidas perdidas,
sentados a la sombra de capiteles dóricos,
contemplando las arrasadas naves ardiendo en Salamina,
cuando fueron felices, abrazados.

Y así una tarde y otra,
si alguno se retrasa el otro disimula,
si alguno llega antes se fuma un cigarrillo.
Sólo en el escaparate se miran fijamente.
Porque, al doblar la esquina,
un día el muchacho vuelve la cabeza
para ratificar que el hombre no le mira,
y al día siguiente el hombre hace lo mismo.

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