Ahora que te miro, directamente a los ojos,
vuelves la cara.
Pretendes que no me observas,
aunque mas que curiosidad, deseo había.
¡Qué más da!
Protegido estás,
detrás de la ventana, en tu autobús.
A dos escaso metros, tan lejos.
Al menos disfrutemos estos segundos,
tan escasos,
que el semáforo nos concede.
Directos, sin vergüenza:
sonríeme, pícaro.
Dame a entender que, en otra situación,
hubiera sido distinto.
Sí, tal vez nos encontremos de nuevo.
Y ni semáforo, ni línea continua
podrán evitarlo.