miércoles, 18 de julio de 2007

¿Quién persigue a quién?

¿Será mi subconsciente quien me traiciona, quien realmente me fuerza mostrarme sugerente, invitador, a los desconocidos? ¿Y justamente ahora, cuando tengo pareja?

Las ofertas son múltiples, en cualquier sitio. En los vestuarios de una piscina pública, en la calle al caminar, en un ascensor de un centro comercial, con amigos y antiguos amantes. Tal vez vean en mi cara mi debilidad, mis dudas.

Hoy mismo he tenido que tomar una de las decisiones más difíciles de mi vida adulta desde el punto de vista emotivo. Alto, gallardo, y musculoso, con su pelo largo y moreno parecía una galán de telenovela. El cruce de miradas exploratorio, el medio giro al pasar, como si fuera una verónica. El nuevo giro, descarado, para confirmar lo sabido. La espera unos metros más allá. En mi caso, real, para cruzar la calle. En el suyo, conveniente.

Dudé y dudé. Y casi me angustié al salir de la tienda y verlo allí, displicente, apoyado en el poste de la luz, con la pierna semi doblada mientras jugaba con su pulgar en su boca, con sus carnosos labios. Hombres así deberían estar prohibidos.

Giré y me volví a casa por otro sitio. Me duché... para terminar masturbando pensado en él. Me preguntó qué hizo él. Y qué haremos si el destino nos vuelve a cruzar.

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