De alguna manera lo evitaba.
Demasiada necesidad en su mirada.
Deseo semi-oculto,
admirador que no se atreve a romper el tabú,
a tocar el cuadro en el museo,
a acariciar la estatua.
Ciertamente me halagaba
-y diría que era un secreto compartido-,
pero no, nunca me lo planteé.
Maduro y poco agraciado, fuera de mi coto de caza.
Hoy me dicen que nos ha dejado:
una muerte oscura, sórdida quizás.
Y no puedo dejar de especular
con historias surrealistas
-italianas, no podría ser de otra manera-.
Un jovencito, dinero de por medio;
cierta violencia –solicitada o no- que se fue de la mano.
Y dos pensamientos flotan, se repiten, insistentes:
¿Tanto me hubiera costado?
Mi final, ¿lo estaré contemplando?